El calendario lo fijaban los druidas, considerados los «maestros del tiempo». El año se organizaba en torno a cuatro grandes fiestas: Samain, Imbolc, Beltaine y Lugnasad que señalan cuatro estaciones de tres meses, divididos en periodos de 45 días. Los días de fiesta llevaban asociados ferias, asambleas políticas y judiciales... en ellas tenían lugar ceremonias relacionadas con las puertas de los solsticios y equinoccios.
SAMAIN: era la fiesta principal; se celebraba el 1 de noviembre y daba inicio al año. Era considerada además la fiesta de los difuntos, ya que en esa noche estos podían abandonar los túmulos en los que habitaban. La fecha es la irlandesa, ya que en la Galia el año empezaba en primavera.
IMBOLC: el 1 de febrero.
BELTAINE: el 1 de mayo. Era la fiesta más conocida y pública; se celebraba en los bosques donde se encendían multitud de hogueras.
- LUGNASAD: el 1 de agosto, era una fiesta de exaltación de la realeza y de la tribu, por lo tanto todos participaban; acudían los bardos con sus cantos y se celebraban juegos y festejos.
Lugares sagrados
Usaban santuarios al aire libre, en bosques, colinas... El lugar más sagrado era el Nemeton, nombre que recibía aquel lugar donde la divinidad se manifestaba de forma más intensa. Se conocen otros parajes míticos como la isla de Avalon o el bosque de los Carnutos, que eran centros religiosos dentro del mundo celta.
SAMAIN: era la fiesta principal; se celebraba el 1 de noviembre y daba inicio al año. Era considerada además la fiesta de los difuntos, ya que en esa noche estos podían abandonar los túmulos en los que habitaban. La fecha es la irlandesa, ya que en la Galia el año empezaba en primavera.
IMBOLC: el 1 de febrero.
BELTAINE: el 1 de mayo. Era la fiesta más conocida y pública; se celebraba en los bosques donde se encendían multitud de hogueras.
- LUGNASAD: el 1 de agosto, era una fiesta de exaltación de la realeza y de la tribu, por lo tanto todos participaban; acudían los bardos con sus cantos y se celebraban juegos y festejos.
Lugares sagrados
Usaban santuarios al aire libre, en bosques, colinas... El lugar más sagrado era el Nemeton, nombre que recibía aquel lugar donde la divinidad se manifestaba de forma más intensa. Se conocen otros parajes míticos como la isla de Avalon o el bosque de los Carnutos, que eran centros religiosos dentro del mundo celta.
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